Cuando escribir una historia se convirtió en escribir un libro
Esto no empezó como un libro.
Ni siquiera como un proyecto.
Empezó como un experimento.
O mejor dicho, como un intento desesperado de hacer que mi hija entendiera algo que, con sermones y charlas, no estaba calando.
El día que encontramos el móvil
Mi hija mayor tenía 12 años. En casa, la norma era clara: nada de móvil hasta Bachillerato. Pero un día descubrimos que se había agenciado un móvil viejo y se había abierto una cuenta de Instagram. Y lo peor no fue eso. Lo peor fue el silencio alrededor. Nadie dijo nada. Ni hermanos, ni primos, ni amigos. Como si hubiera una norma no escrita de «esto no se cuenta».
Y entonces nos encontramos con el móvil en la mano.
Mensajes, fotos, conversaciones que, sin ser escandalosas, dejaban claro lo rápido que puede torcerse todo en redes.
Ahí llegó la parte complicada:
- La regañamos.
- Le explicamos.
- Le repetimos 20 veces lo mismo.
Pero en el fondo, tenía la sensación de que no lo había entendido. De que, en su cabeza, seguía sin ver el problema real.
Cuando las charlas no funcionan, hay que buscar otro camino
A mi hija le encantaban las novelas románticas. Así que pensé: «Voy a hacerle vivir esta historia sin que tenga que vivirla de verdad.»
Y empecé a escribir.
En hojas sueltas, a ratos, sin pensar en publicar nada. Cada día, un nuevo capítulo, como si fueran fascículos de una historia que iba creciendo. La idea era clara: Mostrarle, sin necesidad de decirlo directamente, lo que pasa cuando te metes en un mundo para el que no estás preparada.
Y pasó algo que no esperaba.
Le enganchó.
Tanto, que cuando terminó me dijo: «Mamá, tienes que publicarlo.»
Y así nació A fuego lento. Mi primera novela.
No es solo una historia de amor, es un aviso
Hoy en día, las adolescentes consumen historias que idealizan lo que no es sano. Que convierten en «romántico» lo que, en la vida real, sería una relación tóxica. Y lo hacen sin filtros, sin contexto, sin que nadie les explique qué hay detrás de esas historias. Yo quería ofrecer algo diferente. No una historia empalagosa o moralista, sino una historia realista, con decisiones que pesan, con personajes que dudan, con emociones que no justifican cualquier cosa.
Porque esperar no es de antiguas.
Porque vivir a fuego lento es mucho mejor que quemarse en dos días.
Y así, lo que empezó como unas hojas escritas para mi hija, acabó en las manos de cientos de chicas que, quizá, han encontrado en esta historia una forma distinta de ver el amor.
Si hay lectura, hay esperanza
Nos leemos pronto.