Francisco ha muerto. Pero esto no se ha acabado.
No te voy a contar cómo ha sido el funeral ni cómo lo han cubierto los medios. Eso ya lo sabes, o lo puedes buscar en dos clics.
Hoy escribo desde otro lugar. Desde la fe. Desde esa fe que me recuerda —nos guste más o nos guste menos— que el Papa no es solo una figura pública: es el garante de la unidad, de la comunión, de la Iglesia católica.
Y sí, a veces no entendemos todo, o nos cuesta conectar con su forma de hablar, de hacer o de decidir. Pero también nos sostiene, nos sitúa, nos recuerda que esto no va de gustos ni de personalismos. Va de Iglesia. De cuerpo. De familia.
Francisco ha muerto. Y ahora vendrá otro Papa. Y vendrán expectativas, nervios, debates. Pero el centro no cambia: Cristo sigue al timón. Y eso basta.
Eso no quita que necesitemos rezar. No solo por el que venga, sino por nosotros, para que sepamos reconocer lo esencial, y para que sigamos creyendo que vale la pena construir esta Iglesia católica, cada día, entre todos.
Yo no sé quién será el próximo Papa. Tampoco sé si nos gustará más, menos o nada. Pero sé que será el que Dios nos ponga delante. Y que eso, solo eso, ya es razón suficiente para rezar por él. Porque no se trata de estar de acuerdo en todo. Se trata de permanecer. De confiar. De cuidar. Como en cualquier familia.
Y mientras tanto…
Quizá este sea un buen momento para recordar que, aunque el Papa cambia, la Iglesia sigue caminando. Que los tiempos que vienen pueden ser difíciles o ilusionantes, pero nos encontrarán unidos o no nos encontrarán.
Si algo puede renovar hoy la Iglesia católica no es solo un nuevo Papa, sino una comunidad de creyentes que reza junta, que construye junta, que no se rinde en lo esencial. Porque ser católico no es una moda, ni un eslogan. Es una llamada a vivir en comunión, incluso cuando no todo es sencillo.
Ahí está la clave. En no abandonar. En no acostumbrarse a vivir al margen. En volver a poner a Cristo en el centro y confiar en que, incluso con nuestras fragilidades, Dios sigue escribiendo historia a través de nosotros.
Y si me lees buscando respuestas, no tengo todas. Pero sí te puedo decir esto: en tiempos donde se habla mucho de inteligencia artificial, tendencias y algoritmos, hay algo que Google no puede posicionar: una fe vivida con verdad, una comunidad que reza unida y una Iglesia que, por imperfecta que sea, sigue siendo nuestra casa.
Eso también es resistencia. Eso también es esperanza.